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Este año, desde nuestro lema, estamos invitados a mirar, pensar y vivir desde lo profundo y con ojos nuevos. Estos 40 días de Cuaresma, de camino a la Pascua, son tiempo oportuno para ello.

Para poder ver la realidad de forma justa, sin distorsiones, antes tenemos que sentirnos mirados con ojos limpios que no desfiguren nuestra imagen, como los espejos deformes de las ferias que estiran o engordan a las personas, sino miradas que nos recreen al mirarnos. La mirada de Dios nos recrea y nos hace capaces de mirar bien a otros.

La Cuaresma es tiempo de conversión, de transformación. La mirada compasiva de Dios, su acogida y su Amor incondicional nos hacen mejores personas, más capaces de acoger a otros, más capaces de amor y de compasión, más capaces de ser luz del mundo, con todo lo que somos, también con nuestra fragilidad, también con nuestros límites.

Hay ojos que saben mirar desde una hondura que crean vida en las personas sobre las que se posan. Por el contrario, cuando resultamos insignificantes para alguien, entonces decimos: “Ya ni me mira”, “no tiene ojos para mí…” Acercarse a Dios es acercarse a su mirada. Su mirar compasivo es su manera de ser: “Clemente y compasivo es el Señor, tardo a la cólera y lleno de amor” (Sal 103,8).

Por eso, en este camino de Cuaresma, en la FESB vamos a dejarnos mirar por la mirada compasiva de Dios, vamos a seguir aprendiendo a mirar a Jesús con ojos nuevos, vamos a atrevernos a mirar al mundo, a mirar a los demás con ojos buenos.