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El tiempo de Adviento y la Liturgia está lleno de esperanza, de alegría, de ganas de encuentros. Es un tiempo en el que Jesús nos dice: ¡Contigo voy! 

Adviento es tiempo de prepararnos juntos para que llegue la VIDA y la alegría a nuestras casas y a nuestro mundo.

Adviento es tiempo de abrir la puerta al que viene; es tiempo de ir, de la mano de María y, con ella, dar un Sí a la vida. Adviento es tiempo de unir nuestras voces a la de Juan el Bautista que anuncia que Jesús viene y denuncia lo perdidos que andamos en medio de tantas cosas.

Adviento es tiempo de escucha. El profeta Isaías nos va a acompañando y nos habla del sueño de Dios. Un sueño de justicia y de paz, de las que andamos tan necesitados. Un sueño de dignidad para todas las personas y un sueño de cuidado de la casa común.

Adviento es tiempo de acoger desde la fe, la VIDA que se nos regala. Queremos aprender de María su capacidad de creer, acoger, cuidar y acercarse a la vida. Y como ella, lo haremos junto a otros, en comunidad.

Recibimos este año el tiempo de Adviento como tiempo de oportunidad y esperanza. Durante estas semanas, la voz del Profeta Isaías y de Juan el Bautista va a resonar de forma especial en medio de la realidad que vivimos, en medio de nuestra vulnerabilidad y la del mundo. 

Andamos necesitados de esperanza y el anuncio de Isaías nos sale al encuentro:

El Señor os dará una señal: mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios con nosotros.  (Is 7, 14).

Que en este tiempo de Adviento se nos regale la consciencia, la capacidad de reconocer a Dios en nuestra realidad, en los gestos y palabras de cada día; que optemos por dejar las puertas y ventanas de nuestra casa abiertas obstinadamente a la esperanza honda de una mirada positiva y de unos encuentros que construyen Reino.