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Seguimos en nuestro proceso de conocernos más, de ser más de verdad, de ser más nuestra verdad. Ya casi en la mitad del curso, nos encontramos caminando con Jesús, el mejor maestro para ser lo más auténtico. Sabemos quién es, sabemos qué va a vivir durante la Cuaresma y queremos acompañarle. En este momento tan delicado y profundo de su vida seguimos sus huellas. El desierto simboliza el proceso que tuvo que vivir Jesús en sus entrañas. Sus desgarros y peleas internas, sus convicciones y certezas, su soledad y compromiso. Todo ello le impulsó a mostrar su mayor verdad: el Amor de Dios por cada persona.

En el camino encontramos sus huellas. Las huellas nos muestran los pasos de Jesús, su camino y su itinerario personal hacia la Pascua. En la mochila llevamos todo lo necesario para la travesía de la Cuaresma. Tendrás tiempo para ver qué es lo superfluo y que ya no necesitas, así como lo importante y necesario que deberás mantener. En la mochila abierta descubrimos un mapa y una brújula. Son dos herramientas que nos ayudan a no perdernos, sobre todo si el lugar que transitamos es desconocido. El camino nos lleva hacia la luz, hacia la Resurrección, hacia la vida, hacia la plenitud. La luz, Dios, guía nuestros pasos y Jesús nos muestra cuál y cómo es esa luz.

Nuestros personajes siguen en camino…

Uno tras las huellas de Jesús camina confiadamente, le conoce y está preparado para seguirle hasta tal punto que sus huellas se funden haciendo un único camino.

Otra, a la que vemos completamente nos invita a seguir el camino de Jesús, a Dejarnos ver con Jesús. Ella nos muestra su identidad. En el proceso de seguir a Jesús también nos conocemos. También nos recuerda que necesitamos de los demás para crecer, para desarrollarnos, para conocernos, para seguir a Jesús. Quien conoce a Jesús desea compartir esta Buena Noticia con los demás.

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