UN CAMINO NUEVO (12 DE MAYO)
Llevamos poco más de mes y medio de confinamiento y sin embargo tengo la sensación de llevar mucho más tiempo. Pienso, que tal vez esa sensación esté relacionada con la experiencia más viva, más densa, más consciente del momento presente. Y esta vivencia del ahora, creo que tiene algo que ver con el despertar, con un “darse cuenta”. Este tiempo de confinamiento no me ha obligado a parar, pero si a cambiar de marcha y sobretodo, a dejar de ir en automático. Creía que circulaba por una autopista, a toda velocidad, hacia un destino más o menos seguro. Sin embargo, la realidad me obliga a salir de la autopista y me introduce en un camino nuevo, inquietante, mucho menos conocido, más imprevisible, sin saber lo que puede haber un poco más allá. Siento inseguridad, desconcierto. La nueva situación me obliga a estar más atento, más consciente, más en el “ahora” y entonces despierto a lo esencial, a la valoración de lo que somos, de lo que tenemos y de lo que Dios ha puesto en nuestras manos.
Por la autopista, la muerte y el dolor pasaban rápido, fugazmente, no había tiempo para detenerse… Ahora, durante este tiempo, están presentes, con nombres y apellidos, con rostros conocidos y muchos desconocidos. Siento miedo, tristeza y también cierta indignación. En este nuevo camino, el cambio de marcha me permite ver, contemplar, interiorizar esta difícil realidad y hace posible un encuentro cara a cara con la misteriosa fragilidad del ser humano. Y la muerte y el dolor siempre te devuelven la pregunta, te obligan a mirarte al espejo y en el silencio interior, te confrontan.
A solas, ante el reflejo de la realidad sobre mí, siento que la respuesta está en abrirme a la compasión, a la confianza desde la fe, al agradecimiento a la vida, a tantos pequeños gestos, a tantas personas conocidas y anónimas que se entregan y sentir al otro como próximo, reconociendo la misteriosa grandeza del ser humano.
La fragilidad y la grandeza son las dos caras del mismo Misterio que nos constituye y al mismo tiempo nos alberga. Estos tiempos me han ayudado a sentirlo así, a comprender mejor el Misterio Pascual, a sentirme una y otra vez caminante de Emaús. Siento que permanecer en ese Misterio, aceptarlo, entregarse a Él, es proceso, es reto y es don, que permite trascender y transfigurar la realidad, aportando nuevas dimensiones de sentido, que al mismo tiempo se abren a un encuentro siempre fértil y siempre inacabado, con uno mismo, con los demás y con toda la creación.
Xavier Serret.
Coordinador del Ámbito de Desarrollo de Personas. Equipo de Titularidad. Fundación Educativa Sofía Barat