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CENTRARNOS EN LA HUMANIDAD DE TANTA GENTE BUENA ( 18 de MAYO)

Estoy viviendo este tiempo por etapas. Al principio la novedad de teletrabajar, agradeciendo el aprovechar los tiempos de desplazamiento, muy centrada. Pero cuando empiezan el tsunami de afectados y fallecidos, y amigos muy cercanos en la UCI, con miedo, mucho miedo; y con mucho dolor ante los fallecimientos de tantas personas solas, lejos de sus seres queridos. Tuve un punto de inflexión el 27 de marzo, con la oración del Papa Francisco en la plaza desierta de San Pedro. Sus palabras me ayudaron a gestionar anímicamente el dolor de la deshumanización de esta soledad, para centrarme en la humanidad de tanta gente buena, al límite de sus fuerzas.

Intento ser sensible a las necesidades de cada uno, en el trabajo y en casa. Sobre todo, cuando me infecté, me ayudó mucho a salir de mi misma, me di cuenta que al estar más pendiente de los demás, con llamadas positivas, esperanzadoras, tranquilizadoras… me olvidaba de mis“runrunes”. Agradezco con toda el alma la compañía, cariño y cercanía de las religiosas, del Patronato, de mi equipo, de las administradoras y de mis compañeros de trabajo. He tocado con las manos, a diario, el cariño de la familia del Sagrado Corazón.

En cuanto a los retos que me está tocando afrontar, los hay de varios tipos. Personales: no dejarme llevar por la desesperanza, el miedo y la incertidumbre; confiar en Dios Padre, que nos cuida, que no nos deja solos en la tormenta; como los apóstoles, le dije “Señor ayúdanos, que perecemos”; vivir con la confianza puesta en el cielo. Familiares: al convivir seis personas en casa, cuatro adolescentes, con nuestros altibajos, he aprendido a respetar nuestros tiempos, nuestros estados de ánimo. Laborales: quizás lo que menos ha afectado, ya que trabajamos en distintas CCAA, por lo que seguimos en contacto por teléfono y por zoom; aprovechando el tiempo al máximo, aprendiendo nuevas herramientas de trabajo.

Son muchos también los aprendizajes que estamos haciendo. El agradecimiento nos está ayudando a valorar las cosas pequeñas y sencillas, a las que, a veces, no prestábamos atención (salud, amistad, cariño, servicio a los demás..). Hemos crecido en abandono en las manos de Dios, nos hemos dado cuenta de nuestra fragilidad, de nuestra debilidad, de que no controlamos todo. Personalmente, he puesto patas a mi Fe y a mi Esperanza.

Además estoy viviendo la experiencia de retomar el contacto, casi diario, con amigos y familiares que viven solos. Estas personas pasan muchas horas entre cuatro paredes, necesitan hablar, ser escuchadas, animarlas, sentirse acompañados y queridos. Salir de mi misma, para darme a los demás.

Belén Sanz.

Coordinadora del Ámbito Económico- Jurídico.
Equipo de Titularidad. Fundación Educativa Sofía Barat